viernes, 19 de diciembre de 2008

Explicita II y III

II
Llego tarde a tomar examen. El día está lluvioso y había mucho tráfico. Hay mucha gente esperando el ascensor así que subo por las escaleras, hasta el séptimo piso. “No pasa nada”, me digo, “tengo entrenamiento”. Subo apurada. En el tercer piso, ya estoy agitada. En el quinto, siento que ya no puedo más, pero me faltan dos. Llego al séptimo a punto de morirme. Hay dos chicos fumando en el descanso. Paso entre ellos y uno me dice: “Cansada ¿no?”. Con el poco aliento que tengo, le digo que sí y le sonrío. Es un pendejo muy bonito. Entre 18 y 22 años. Más de 18 tiene seguro, de otra forma, no estaría en la Universidad. Y más de 22 no tiene ni en pedo. Flaquito. Rubio. Media cabeza más alto que yo. El pelo, desprolijamente peinado. La camisa, afuera del pantalón. Zapatillas negras. Jeans azules. Pulóver verde. Entro al aula. Hay dos alumnas y tres alumnos para rendir final. Reparto las hojas. A los 40 minutos, me las devuelven escritas. Les digo que esperen afuera mientras corrijo. Apruebo a todos. Son las diez menos diez de la noche. Subo a la Secretaría para entregar las notas, pero ya está cerrada. “Maldición. Ahora voy a tener que volver mañana”. Cruzo el pasillo para ir al baño. Se abre la puerta de la escalera y aparece el mismo pendejo de antes, el del pulóver verde. “¿Y profe, ya se va?”. “Sí, ya me voy, pero antes voy al baño”. Y no sé de dónde saco el coraje, pero le digo: “¿Venís?”. El pendejo me mira sorprendido. No sabe si le estoy hablando en serio o en broma. Le da una última pitada al cigarrillo y lo tira. Me sigue. Yo miro la puerta del baño y me sonrío. No puedo creer que me esté siguiendo. Empujo la puerta. El pendejo entra. Es tarde y ya no queda nadie, pero para evitar sorpresas, lo apoyo a él de espalda contra la puerta. Le beso la boca. Primero, nos besamos tímidamente. Después, cada vez con más furia. Besa muy bien. Me agarra de la cola y me empuja contra su cuerpo. Apoya mi concha sobre su pija que ya está parada y muy dura. Meto mis manos por abajo de su camisa. Es muy flaco. Siento los huesos de su cadera y sus costillas. Es muy blanco. Meto mis dedos entre su pelo. Lo despeino más todavía. Todo revuelto. Pendejo hermoso. Me sigue besando. Me come la boca. Me suelta la cola y mete sus manos por abajo de mi polera. Me desabrocha el corpiño y me empieza a tocar las tetas. Las acaricia despacio. Yo aprieto mi cuerpo contra el suyo para sentir su pija bien parada. Le saco el pulóver y le desabrocho la camisa. Él me saca la polera. Le apoyo las tetas en su pecho casi lampiño y lo beso con ganas. Se agacha un poco y empieza a chupármelas. Busco la hebilla de su cinturón y la desabrocho. Le desabrocho el botón del pantalón y le bajo el cierre. Meto mi mano en su calzoncillo y le agarro la pija. Qué pija hermosa, nene, tan tibia y suavecita. Empiezo a masturbarlo. Con dos dedos le acaricio la punta de la pija. Gime mientras me sigue chupando. Me desabrocha el pantalón y baja el cierre. Mete su mano y comprueba que tengo la concha muy mojada. Me acaricia despacio, en círculos. Desliza su mano un poco más abajo y me mete un dedo. Me hace gemir. Pendejo divino. Le subo la cara y lo beso. Podría acabar así, pero no quiero. Tengo otros planes. Le suelto la pija y le saco la mano de mi concha. Me arrodillo frente a él y lo miro. Le empiezo a besar la pija con besos chiquitos. Le paso la lengua como si fuera un helado. Él me mira. Cierra los ojos. Vuelve a abrirlos. Lo masturbo con la mano mientras apoyo la punta de su pija en mi boca. Y después la trago toda. Se la como. Se la chupo bien chupada. El pendejo gime. Tiene la espalda contra la puerta. Las manos abiertas. La cabeza hacia atrás. Experimenta con todo su cuerpo el placer que siente en un solo órgano. Lo miro. Saco su pija de mi boca. Vuelvo a masturbarlo. Despacio. Lento. Lo dejo descansar un rato. Le doy besitos. Meto sólo la punta. Me mira. Quiere más. El pendejo quiere más. Quiere acabar. Se muere de ganas de acabar. Ya no resiste. Empiezo a chupársela. Acelero el ritmo de a poco. Al mismo tiempo, empiezo a tocarme. Quiero acabar con él. Con sus gemidos de fondo. Con su pija en mi boca. Cierra los ojos e inclina la cabeza de nuevo hacia atrás. Sus gemidos son cada vez más fuertes, hasta que uno se hace más prolongado y siento el sabor de su leche en mi garganta. Mientras lo sigo chupando, acabo yo. Dame toda tu leche, nene, que no te quede nada. Acabá bien acabado. Cuando deja de gemir y su cuerpo se distiende, saco su pija de mi boca y me levanto. Me lavo las manos y tomo un poco de agua. Miro al pendejo por el espejo del baño. Está abrochándose la camisa, todavía con la pija dura afuera. Sí, es lindo. Cuando tenga 27, va a ser un infierno. Me abrocho el corpiño y busco mi polera. - ¿En qué año estás? - Primero. - ¿Tenés 18? - No, 19. Estuve un año sin hacer nada. No me decidía por qué carrera seguir. - ¿Y cuál elegiste? - Ciencias políticas. - Ah… Menos mal que no podés ser mi alumno. - Voy a serlo el año que viene. Mi carrera tiene su materia como optativa. - ¿Y no podés optar por otra? - Es que la suya me gusta… - Pero hay muchos profesores que la dan… - Pero su horario es el único que me queda bien… No se preocupe. Soy muy estudioso. Siempre me saco diez. No va a tener problemas conmigo. - OK. Te creo… Hagamos así: yo salgo primero y me fijo que no haya nadie. Después, salís vos. - Está bien. Salgo y no hay nadie. Sale el pendejo, con el pelo más revuelto y la piel más blanca. - Vos bajá por el ascensor. Yo bajo por las escaleras. Que tengas buenas vacaciones. - Igualmente. Llego a planta baja. No queda nadie. Sólo una persona de vigilancia. Salgo a la calle. Doblo en la esquina y agarro por la avenida. Veo al pendejo caminando varios metros adelante. Fuma un cigarrillo. No debería fumar. Le va a hacer mal. Cruzo la avenida para tomar el colectivo y pierdo de vista al pendejo. No puedo creer que lo vaya a tener de alumno. Soy una boluda. Llega el colectivo. Está casi vacío. Me siento atrás de todo. Pienso en lo que acaba de pasar y no puedo evitar sonreírme. Los pendejos atrevidos me encantan. Y si van a ser mis alumnos, mucho más. Julieta Eme
III

Explícita III

Llegaste puntual. Tenemos escasa hora y media. Empezamos en el sillón pero ahora estamos en la cama. Vos estás acostado boca arriba y yo estoy sentada sobre tus muslos. Te agarro la pija con la mano y te masturbo despacio. Me encanta tenerla en la mano y sentir cómo las venas se llenan de sangre y la ponen cada vez más dura y más parada. Me deslizo hacia abajo sobre tus piernas y sin dejar de masturbarte apoyo mi boca sobre tu pija. Meto apenas la punta, hasta que la meto toda y mi boca reemplaza los movimientos de mi mano. Te escucho gemir. La saco y froto sólo los labios. La vuelvo a meter. Te la chupo despacio y después más rápido. Te dejo descansar. La vuelvo a tomar con mi mano. Con el índice y el pulgar te acaricio la punta. Vuelvo a chuparla. Tus gemidos me encantan. Y los valoro más todavía porque sé que durante el sexo no sos muy expresivo ni te gusta hablar. Una pena. Ahora me deslizo hacia arriba y acerco mis tetas a tu boca, para que las chupes. Me las chupas muy bien. O mejor, me las chupas de la forma exacta en la que me vuelve loca. Estoy muy mojada y muy caliente. Vuelvo a bajar a tu pija. Esta vez te la chupo bien fuerte. Te la trago toda. La meto hasta el fondo. Subo y me acerco a tu oído. “Meteme la pija”. Pero vos tenés otros planes. “Acabemos así, como estamos ahora”. Y seguís, para convencerme: “Me encanta cómo me la chupás. Y me encanta verte con la pija en la mano”. Tus halagos funcionan. Me siento de nuevo sobre tus muslos y te agarro la pija. Te masturbo muy despacio. Es el tramo final y voy a hacer que dure. Froto tu pija en mi concha mojada. Vista así, de arriba, tu pija parece casi mía. Es como si me la prestaras por un rato. O mejor, es como si la compartiéramos. Escucho tus gemidos y te veo arquear la espalda. Quiero acabar. Me masturbo un poco y acabo. Tu pija está muy dura y muy hinchada. Me acaricias las piernas. Gemís. Volvés a arquear la espalda. Tenés los ojos cerrados. Estás aguantando todo lo que podés. Yo no dejo de mirar tu pija que es casi como mía. Mi sexo está pegado al tuyo y de arriba parece como si estuviera masturbándome por segunda vez. Me dejás hacer lo que yo quiero. Ya no te doy descanso. Te masturbo fuerte y rápido. Tu respiración se agita. Tenés tus manos en mis muslos, que están al costado de tu cadera. Me agarrás con fuerza. Estás a punto de llegar. Yo estoy gimiendo también. Los últimos segundos, antes de sentir tu leche caliente en mi mano, son intensos y desaforados. Te sigo masturbando un rato más todavía, con la mano lubricada con tu leche, hasta sacártela toda. Me deslizo hacia abajo y froto mis tetas en tu pija mojada. Subo un poco y las paso por tu pecho. Finalmente, me acuesto a tu lado. Sería maravilloso si pudiéramos quedarnos dormidos así. Pero tengo que salir. Te lo dije antes de que vinieras. Me doy una ducha lo más rápido que puedo. Salimos a la calle. Vos me decís que tenés hambre y que vas a ir a la Continental. Nos despedimos en la esquina. Veinte metros más adelante, me subo al primer 26 que pasa, para ir al barrio de Almagro, a ver una película sobre dos varones que descubren que están enamorados.

Julieta Eme

lunes, 15 de diciembre de 2008

Salir del placard

Hace un tiempo relativamente largo empecé a perder pruritos en mis gustos artísticos o, mejor, en mis discursos acerca del arte. Cuando era un adolescente (!) detestaba a Andrés Calamaro, lo veía comercial. Recuerdo que un día, en una casa poco comercial (por su barrio, sobre todo) tocaba en la guitarra un tema de Calamaro, no recuerdo cual. Lo hacía porque eran acordes fáciles y nunca fui un virtuoso de la guitarra -ni virtuoso ni...- En eso, un sujeto que solía vagar por la casa que era extremadamente simpático y, por lo tanto, extremadamente inocente para mi corrosivo gusto teenager, entró en mi habitación -cosa que yo odiaba- y comentó, con su sonrisa eterna y su bondad insoportable,que adoraba Calamaro. No voy a olvidar el rechazo que me provocó el asunto y cómo, rápidamente, aclaré que tocaba el tema sólo porque estaba practicando. Sólo un pelotudo-inocente-pocoprofundo-pocomelómano podía adorar a Calamaro. El punto es que ya hace un año y pico que, de vez en cuando, escucho a Calamaro. Y siempre que escucho letras de él que me gustan pienso en el dicho que me han repetido tanto: el tango es una enfermedad que agarra después de los 30. El dicho no me gusta y no se aplica a mi caso -y por lo tanto, es falso- A mi me gusta el tango desde los 24. Pero entiendo que Calamaro no me podría haber gustado antes de los 26. Un motivo es que casi todas sus canciones son acerca de la vida de mierda que lleva. Otro motivo es que es un despojado total artístico: escribe-escupe y luego larga, sin filtros. Esto último es, lo admito, de lo que más me seduce de su trabajo. Dicho esto, nunca había escuchado un disco completo de C. Hasta que hace bastante poco me bajé "La lengua popular". Lo recomiendo a todos aquellos que estén saliendo de alguna, y, quizá, a algunos que estén entrando en alguna otra. No se los recomiendo a los del medio. Las melodías son, como siempre, bastante pegadizas y la cadencia es monótona, como siempre, la razón es que Calamaro rima muy simple, y nunca cambia su mecánica. En esto -por qué no blasfemar- recuerda al viejo Bob. Las letras, en cambio, son una especie de quiebre. Hay una alegría que suena bastante sincera, sobre todo porque es medio eufórica, medio prepotente - que vengo liviano como la espuma de las orillas, a contramano de la resaca del carnaval, mi sentimiento va a durar, el fuego no me va a quemar- Esto sumado a que tiene el tupé de decir que le falta mucho para irse a "arriba" como si ya no tuviera pensamientos suicidas, confirma mi hipótesis -perdón, la corrobora. Calamaro realmente pega buenas frases. Varias me han llegado por otra gente: tengo abierto el minibar, y cerrado el corazón,una; hay un deseo que pido siempre que pasa un tren, otra. Lo interesante es que no le tiene miedo a las imágenes más insoportablemente populares y trilladas. Su truco es ser feroz en las comparaciones. Como si no le importara nada. Por eso hay alguna canción del disco que no trago por ser exasperantemente melosa y cursi. Pero son las reglas de su juego: no hay filtro. La falta de tapón lo hace sincero, poco negociador, anárquico, en vez de cursi. Al fin y al cabo un tipo, así de cursi, nunca pondría algo como mientras muerdo un limón de un gin tonic usado... en tu cadera ¿Qué personaje cursi asociaría un limón deshecho con la cadera de una mujer? Sólo uno que, por postura, pretende cagarse en el romanticismo o bien uno que está de vuelta de todo. Me juego por la segunda aunque parezca que idealizo.
FIN
Pd: ¿Será que lo que me seduce de él es su total falta de arraigo y el dolor que esto le conlleva? Relacionar a Calamaro con el tango es profano pero...

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Walk On

Desde que tengo mas o menos diez años me es muy importante encontrarle una banda sonora a mi vida. Creo que mucha de la gente que conozco lo hace de manera inconsciente pero en mí es casi vehemente. Mientras la busco, mi vida se siente extraña como, perdón, una película sin banda sonora y todos sabemos que hasta las películas mudas tenían banda sonora. Cuando encuentro la banda sonora de mi vida lloro, lloro mucho, es como si mi vida se hiciera interesante de repente, como si todo encajara. Hay veces que tardo mucho en encontrarla y cuando pasa esto es como si no pudiera avanzar al próximo acto, a veces me quedo cuatro, cinco años en el mismo acto: es tan feo, tan... Lo obvio sería, entonces, que mi día a día fuera una búsqueda frenética de la banda sonora, pero no. No funciona así. Si la busco a propósito, el truco no sale -tiene que haber magia- tengo que encontrarme llorando, de repente. Hace un mes encontré mi banda sonora. Era tan fácil: fotos en un aeropuerto y canciones de amor, hasta un tonto se hubiera dado cuenta, Bono cantándote como si te conociera, como si te amara. Es cierto que había escuchado el disco ocho años atrás -uno de mis peores viajes- en un momento del que todavía llevo la herida, pero lo dejé pasar. "Bravery" eso dice mi nuevo cuaderno azul. Y Bono me habla y me dice que el amor no es lo fácil. Y que todo el equipaje que puedo traerme es el de aquello que no puedo dejar atrás. Pero yo puedo dejar todo, todo. Por eso prefiero que diga, the only baggage that you can claim is all that you can't leave behind. Porque sí, creo que algún día volveré a buscarlo -volveré a buscarte- Pero ahora no hay que volver. Ahora tengo que irme. I'll walk on --- need to stay safe tonight. Y juro que hay que ser valiente para irse, para dejar lo que no se puede dejar detrás. Irse corriendo por la ventana. Yo sé que es el cliché del cobarde, pero no, crean, hay que ser valiente. Hay que escucharle a Bono, el "I knows it aches but you got to leave it behind" Y cuando suena and if your glass heart should crack, yo lloro -en cualquier parte- Y cuando veo a la chica que cruza a la madre, caminando lento y después de un parpadeo, bien rápido, con la cabeza mirando al frente, y se mete en el baño con portazo y abre la ventana para plantarla, para dejarla ahí; lloro. Pero ahora mi cuaderno azul dice bravery. Es tan dificil -to walk on- Es tan difícil - to stay safe tonight- Es tan difícil - to know where it is- Es tan difícil - to leave it behind-